LA
TRANSPARENCIA COMO UN VALOR TANGIBLE
Dra.
Maria de los Angeles Petit
Presidente
de la Asociacion de Estudios Municipales de Argentina y Latinoamerica
La transparencia tiene diferentes
acepciones.
Como valor ético se puede considerar como
la capacidad que tiene un ser humano para que los otros
entiendan claramente sus motivaciones, intenciones y objetivos.
Como valor político,
junto con el acceso a la información, juega un papel esencial en la
construcción de gobiernos más abiertos al escrutinio público, capaces de
fomentar la participación ciudadana en el diseño y evaluación de las políticas
públicas gubernamentales y por lo tanto de una mayor rendición de cuentas.
Participación que no signifique una fachada coyuntural y electoralista sino
institucionalizada que permita una evaluación de la influencia de los
ciudadanos en la implementación y los resultados de esas decisiones.
Acostumbrados a vivir
en constantes antinomias, contradicciones y opuestos, la transparencia aparece
como la contracara a la corrupción en el análisis de la política.
El mantenimiento del
sistema democrático, esa invalorable
acción de poder elegir libremente,
y las cíclicas pero continuas políticas que fueron dando respuestas a
necesidades fundamentalmente estructurales, acompañado por los movimientos de
la comunidad que varían sus pretensiones al mismo tiempo que las van obteniendo, trajo
como consecuencia la cada vez mayor necesidad de tener información sobre las
acciones del poder público y de poner en la agenda valores hasta hace poco
tiempo invisibles como la transparencia.
La
transparencia es un indicador fundamental de la calidad de un gobierno y un
presupuesto necesario para que los ciudadanos puedan valorar e intervenir.
En la era de la
tecnología, se accede a la información pública de una forma más fácil y
accesible.
Hoy no debería ser una
dificultad conocer qué,
quienes, cómo, cuándo y cuánto gastan los responsables en las diversas
políticas que desarrollan.
Sin
embargo, no siempre es así.
No todos
los gobiernos entienden que la publicación y el acceso a la información son
actualmente valores tangibles, que producen resultados positivos o negativos.
El
desconocimiento, el miedo, los usos y costumbres arraigadas, la poca o nula
aceptación de la mirada crítica, encierran los datos en una capsula
aparentemente inexpugnable, como lo es la burocracia de la administración pública.
Esas
posiciones y actitudes producen un efecto totalmente contrario al buscado,
dando comienzo al tráfico de información que como un botín de guerra se
traslada de pasillo en pasillo y es “descubierto” por quienes se consideran defensores
de la libertad, la republica y la democracia, por no decirse a sí mismos ,
héroes.
La
sociedad cambia, muta, se traslada de un
extremo al otro ya no en cuestión de décadas ni años, sino muchas veces, en
días.
Y los
gobiernos y los dirigentes deben acompañar esos movimientos aggiornando las
normas, los procedimientos, pero ante todo, las actitudes y los gestos que
generen confianza en el ciudadano.
La
transparencia no solo se reduce al concepto original de dar acceso a la
información sino que en el gobernante implica asumir que debe explicar y hacer comprender a la sociedad las
acciones tomadas frente a cada uno de los diferentes escenarios políticos.
Y esto,
no es poco.