El encierro obliga a la
convivencia permanente con el entorno familiar, el que no siempre es seguro
para los miles de mujeres que cotidianamente en el mundo sufren violencia de
genero.
El
aislamiento social provoca la exacerbación de emociones contenidas, muchas
veces, por el entorno, pero en momentos como el que vivimos, inexorablemente
confluyen en la persona que tenemos a nuestro lado.
Estudios
realizados en varios países determinan que los efectos psicológicos negativos
de la cuarentena incluyen estrés postraumático,
confusión e ira, además de la ansiedad que produce el no conocer el final de
este tiempo, la continuidad de la estabilidad laboral, los recursos económicos
con los que se contara una vez que concluya.
La impotencia de no tener el
control de la situación provoca gran irritación o enfado, hace más fuerte los
sentimientos, los eleva a niveles impensados.
Los
hombres violentos contra la pareja presentan niveles moderadamente superiores
de ira y hostilidad que aquellos que no lo son (Norlander y Eckhardt, 2005). A
su vez, gran parte de este tipo de agresores se caracterizan por la
impulsividad, la pérdida de control sobre la ira y por actitudes de hostilidad
hacia la pareja.
En
muchos casos la ira es la respuesta a una situación de malestar en la
convivencia o una forma inadecuada de hacer frente a los problemas cotidianos
(por ejemplo, a las dificultades en la educación de los hijos o a la falta de
acuerdos sobre el ocio, el control de la economía o los espacios de intimidad
personal) (Eckhardt, Samper, y Murphy, 2008).
En tiempos de cuarentena, la
posibilidad de que una mujer sufra ataques de un hombre violento, se
acrecientan y transforman una situación de extremo cuidado sanitario en un
infierno personal y oculto, escondido detrás de las paredes de un hogar.
Resulta fundamental el entender
que se libran dos batallas, simultaneas.
Los esfuerzos denodados para
evitar la propagación del virus y en el mismo plano, las consecuencias sociales
y humanas que la cuarentena traerá, inexorablemente, sobre la sociedad, desde
los más vulnerables hasta aquellos que aparentan no serlos.
Es ahí, donde el estado debe
aplicar programas de contingencia, aún más rigurosos que los que existen
regularmente.
Los programas deben centrarse en
el aspecto alimentario y contención social para evitar la explosión en masa de
los que, aun en tiempos “normales”, no poseen la igualdad de oportunidades y de
crecimiento que el resto de la población, y también, abrir caminos de diálogo,
escucha, prevención y auxilio para quienes forman parte de un alto porcentaje
de la población del mundo: las mujeres sometidas, atropelladas, golpeadas,
abusadas, asesinadas.
Antes del 15 de marzo, en la
Argentina 71 mujeres fueron asesinadas en el contexto intrafamiliar o por un
agresor conocido.
Las estadísticas nos avizoraban
un año con resultados peores a los del año 2019, a pesar de las campañas de
prevención encaradas por los gobiernos locales, provinciales y nacionales.
Esta realidad no es desconocida
por los organismos que trabajan la temática.
La resolución del Poder Judicial
de prorrogar las medidas restrictivas en forma automática por el termino de 60 días
y la
suspensión de plazos procesales y administrativos con prestación mínima de
servicio, quedando en salvaguarda toda actuación judicial que, de no
practicarse pueda causar perjuicios irreparables, previa habilitación del
feriado extraordinario; medidas cautelares u otras actuaciones inaplazables
como las medidas de protección de personas; los servicios de guardia; las
actuaciones con detenidos o presos, órdenes de protección y cualquier medida
cautelar en materia de violencia sobre la mujer y niños, niñas y adolescentes,
es una muestra de ello.
En este contexto, los gobiernos
locales que tienen en su agenda la lucha contra la violencia de género están
fortaleciendo sus acciones a través de la incorporación de nuevos canales de
comunicación, por mensaje o whatsapp que faciliten a las mujeres hacer saber su
situación y peligro.
La cuarentena, voluntaria u
obligatoria, el encierro, la convivencia, la incertidumbre del mañana, la
invasión de información, la necesidad de expresión, pueden convertirse en un
resultado no deseado para la sociedad toda.
Los que algunos piensan o sueñan
en un periodo para construir lazos comunitarios, afectivos y solidarios, puede
convertirse en una muerte, muchas veces anunciada, si los gobiernos no
consideran la contención y asistencia social como un elemento imprescindible de
estos tiempos que nos toca vivir.
Y si cada uno de nosotros no
emprende su propia batalla contra este mal.