viernes, 13 de septiembre de 2019


LA TRANSPARENCIA COMO UN VALOR  TANGIBLE
Dra. Maria de los Angeles Petit
Presidente de la Asociacion de Estudios Municipales de Argentina y Latinoamerica

La transparencia tiene diferentes acepciones.
Como valor ético se puede considerar como la capacidad que tiene un ser humano para que los otros entiendan claramente sus motivaciones, intenciones y objetivos.
Como valor político, junto con el acceso a la información, juega un papel esencial en la construcción de gobiernos más abiertos al escrutinio público, capaces de fomentar la participación ciudadana en el diseño y evaluación de las políticas públicas gubernamentales y por lo tanto de una mayor rendición de cuentas. Participación que no signifique una fachada coyuntural y electoralista sino institucionalizada que permita una evaluación de la influencia de los ciudadanos en la implementación y los resultados de esas decisiones.
Acostumbrados a vivir en constantes antinomias, contradicciones y opuestos, la transparencia aparece como la contracara a la corrupción en el análisis de la política.
El mantenimiento del sistema democrático, esa invalorable  acción de poder elegir libremente,  y las cíclicas pero continuas políticas que fueron dando respuestas a necesidades fundamentalmente estructurales, acompañado por los movimientos de la comunidad que varían sus pretensiones al mismo tiempo que  las van obteniendo,   trajo como consecuencia la cada vez mayor necesidad de tener información sobre las acciones del poder público y de poner en la agenda valores hasta hace poco tiempo invisibles como la transparencia.
La transparencia es un indicador fundamental de la calidad de un gobierno y un presupuesto necesario para que los ciudadanos puedan valorar e intervenir.
En la era de la tecnología, se accede a la información pública de una forma más fácil y accesible.
Hoy no debería ser una dificultad  conocer qué, quienes, cómo, cuándo y cuánto gastan los responsables en las diversas políticas que desarrollan.
Sin embargo, no siempre es así.
No todos los gobiernos entienden que la publicación y el acceso a la información son actualmente valores tangibles, que producen resultados positivos o negativos.
El desconocimiento, el miedo, los usos y costumbres arraigadas, la poca o nula aceptación de la mirada crítica, encierran los datos en una capsula aparentemente inexpugnable, como lo es la burocracia de la administración pública.
Esas posiciones y actitudes producen un efecto totalmente contrario al buscado, dando comienzo al tráfico de información que como un botín de guerra se traslada de pasillo en pasillo y es “descubierto” por quienes se consideran defensores de la libertad, la republica y la democracia, por no decirse a sí mismos , héroes.
La sociedad cambia, muta, se  traslada de un extremo al otro ya no en cuestión de décadas ni años, sino muchas veces, en días.
Y los gobiernos y los dirigentes deben acompañar esos movimientos aggiornando las normas, los procedimientos, pero ante todo, las actitudes y los gestos que generen confianza en el ciudadano.
La transparencia no solo se reduce al concepto original de dar acceso a la información sino que en el gobernante implica asumir que debe  explicar y hacer comprender a la sociedad las acciones tomadas frente a cada uno de los diferentes escenarios políticos.
Y esto, no es poco.