viernes, 26 de octubre de 2012

ARGENTINA: LA CRISIS DEL 2001 Y SU INCIDENCIA EN LOS GOBIERNO LOCALES




La crisis de finales del año 2001 en Argentina marcó un quiebre en la administración de los gobiernos locales.
Después de la hiperinflación que sufrió Argentina a fines de la década del 80, se inició un modelo económico basado en un tipo de cambio fijo (uno a uno), mercados con poca regulación estatal, privatizaciones de empresas públicas y liberalización del sistema financiero. La economía logro estabilizarse pero los problemas empezarían a agravarse a partir de 1995, el modelo convertible  muestra sus deficiencias: crece el desempleo y se amplía la brecha entre ricos y pobres. Se inicia así un proceso de modernización excluyente con rasgos financieros que terminarían implosionando a fines del 2001: una devaluación agresiva, conflictos sociales, depósitos incautados y muertes por la represión.
La crisis del 2001 fue el resultado de un proceso que comenzó a finales de la década del 80, con la llegada a la 1ra  Presidencia de Carlos Saúl Menen quien comienza en 1989 un periodo de privatizaciones de empresas estatales acompañado por una Ley de convertibilidad que a partir de 1991 establece la paridad peso-dólar en la República Argentina.
La Argentina es una república, representativa y federal que posee como base de ese régimen político un sistema de distribución de recursos que recauda el Estado Nacional y luego distribuye (coparticipa) a los gobiernos provinciales de acuerdo a una fórmula que considera cantidad de habitantes, necesidades básicas insatisfechas, inmuebles y muebles registrables etc  regida por una Ley Convenio denominada Ley de Coparticipación Federal.
Cada una de las Provincias a su vez, recauda impuestos provinciales que distribuye entre los gobiernos locales, produciéndose una cadena en la que la fragilidad de alguna de sus partes puede provocar una crisis generalizada.
Uno de los objetivos de la Administración Nacional que asume en 1989, fue adecuar el Régimen de Coparticipación Federal a su política económica: racionalizar los gastos del Gobierno Nacional para lograr el superávit fiscal. Así, la Nación disminuyó sus gastos privatizando empresas públicas y transfiriendo a las provincias la responsabilidad sobre servicios esenciales. Durante el periodo de gobierno menemista (1989-1999) la transferencia de servicios debió ser solventada mediante los impuestos coparticipables pero al no tener contraprestación, los estados provinciales comenzaron a acumular un gran déficit lo que los llevó a establecer diferentes pactos fiscales que fueron el inicio de un proceso de deterioro del sistema de coparticipación de fondos que debilitó el régimen federal argentino.
Esa transferencia de servicios, en el esquema piramidal de organización federal,  también se trasladó a los gobiernos locales, quienes debieron hacerse cargo de servicios indispensables para la población  e importantes para solventar con recursos propios como, por ejemplo, la prestación del servicio de obras sanitarias o agua potable, lo que supuso ampliación de las partidas de personal y mantenimiento e inversión en ese sector.
La falta de liquidez para el pago de las obligaciones corrientes causado por la grave crisis nacional, pero profundizada por una estructura orgánica totalmente dependiente de las transferencias nacionales con pocos elementos legales y tributarios para recaudar fondos propios, a los que hay que agregar la disminución y el retraso de los recursos coparticipables, obligó tanto al gobierno nacional como a los provinciales a emitir Letras de Tesorería de Curso Legal conocidas como Cuasimonedas.
Las cuasimonedas  fueron bonos emitidos por el Gobierno Nacional y 15 provincias (de las 23 que conforman la República Argentina) que circulaban como reemplazantes de la moneda de curso legal, las que podían contemplar o no el pago de intereses a su rescate.
El objetivo  era poder continuar con el pago de sus obligaciones y a la vez sostener el consumo y representaron una suma total de emisión de ocho mil quinientos treinta y cinco millones en el año 2002.
Recibieron diferentes nombres: Lecop (Gobierno Nacional), Patacón (Buenos Aires), Lecor ( Córdoba), Federal ( Entre Ríos), etc.,manteniendo su poder nominal aquellos que mayor respaldo y confianza podían generar en los ciudadanos.
Esto implicó que en los municipios de las  Provincias comenzarán a convivir tres  cuasimonedas como mínimo ya que  el Bono Nacional era requerido por las empresas nacionales para el pago de las obligaciones, el de la Provinicia de que se tratare con la que el Gobierno Provincial pagaba los haberes y sus obligaciones corrientes dentro del territorio provincial y generalmente, el de Provincias consideradas fuertes como Buenos Aires o Córdoba.
En general, el valor de los bonos de las provincias cotizaba devaluados a menos del 50% de la moneda a la que reemplazaban, lo que generó un gran negocio paralelo que se mantuvo y se agudizó en los últimos meses del año 2001.
Es por estas razones que para los gobiernos locales la crisis comenzó mucho antes de los acontecimientos de diciembre de 2001.
Desde un punto de vista práctico, estás fueron algunas de las medidas tomadas para atravesar la crisis más importante de la Argentina en los últimos 20 años, para lo cual analizaremos un caso en particular en un gobierno local de una ciudad de 70.000 habitantes en la Provincia de Entre Ríos,  cuyo equipo de reordenamiento estuvo a nuestro cargo.
I.- Recursos: a mediados del año 2000, comenzaron a retrasarse los envíos de coparticipación lo que produjeron los primeros conflictos al cortarse la cadena de pagos. El Estado, especialmente en los municipios, es la fuente más importante de generación de empleo y de consumo y al no poder cumplir con sus compromisos en el pago de haberes a los agentes públicos y a los proveedores trasladó la crisis, en principio económica, a un plano social.

Los gobiernos locales  determinan su presupuesto en base a una doble vía de ingresos: los que provienen de la coparticipación nacional y provincial y los recursos propios.

La asignación de la coparticipación se efectúa teniendo en cuenta , para la distribución primaria, las competencias, servicios y funciones de la Provincia y el conjunto de  municipios, y para la distribución secundaria criterios objetivos de reparto que contemplen los principios de proporcionalidad y redistribución solidaria, mediante la aplicación de indicadores devolutivos, redistributivos y de eficiencia fiscal que tiendan a lograr un grado equivalente de desarrollo y de calidad de vida de los habitantes ( Sección XI ,Régimen Municipal, art. 245. Constitución Provincia de Entre Ríos, República Argentina)
Las estructuras municipales hasta ese momento se encontraban orientadas  para la recepción de fondos nacionales y provinciales con un presupuesto donde más del 70% correspondía a esos ingresos.
Las Direcciones de Rentas Municipales, cuando se encontraban creadas, no influían sobre el recurso propio  y prácticamente no existía intercambio de información y control  entre las áreas tributarias de los distintos niveles de gobierno.
La crisis produjo un cambio fundamental en este aspecto: la falta de recursos propios y la necesidad de recaudar para solventar gastos corrientes hizo que las áreas municipales de rentas comenzaran un proceso de cambio y adaptación profunda que se basó en  un trabajo pormenorizado e integral del sistema tributario municipal que implicó analizar cada una de  las tasas aplicadas, su porcentaje de recaudación, la actualización de la base de aplicación y el dictado de nuevas normas que suplieran viejos esquemas ya perimidos.
Fue una etapa en que la recolección de información, técnica y legal, así como el análisis minucioso de la aplicación de las normas fueron herramientas que , sumadas  a la decisión política de que las reformas introducidas no se convirtieran en una simple búsqueda de fondos frescos necesarios para enfrentar la crisis sino en el establecimiento de un sistema que modernizara la gestión de recaudación y haga más eficiente la administración en general, se convirtieron en el eje alrededor del cual se trabajaría en todas las áreas.
Esto permitió aumentar en forma considerable la recaudación propia, lo que generó confianza y credibilidad en las gestiones que aprobaron y ejecutaron estos cambios, siendo una de las medidas más eficientes y sostenibles en el tiempo que ayudará al proceso  posterior a la caída de la Ley de Convertibilidad en el año 2002.
II.- Prioridades: una vez puestos en marcha los sistemas de recaudación, la siguiente etapa, que hay que destacar que en la práctica todas fueron simultáneas, fue establecer las prioridades del gasto.
Es en este punto donde convergen lo técnico con lo político.
En el medio de una  crisis económica, social y política se gobierna  o se administra? O ambas cosas?
Responder estas preguntas produjo grandes dudas y sobre todo desnudó las miradas e intereses de cada sector que intervino en el proceso de reordenamiento.
Es evidente que el Intendente desea cumplir sus objetivos de gestión, para lo cual necesita recursos que en medio de la crisis no existen. Estos son escasos, en algunas áreas inexistentes y no se pueden acudir ni al financiamiento externo  público o privado, a lo que hay que agregar la deuda corriente acumulable que pone en riesgo la prestación de servicios mínimos.
Fuera del ámbito de decisión, el malhumor social, el malestar de los empleados públicos, el reclamo de los sindicatos ayudan a profundizar y agravar las diferencias internas.
Es entonces cuando se comienzan a definir prioridades administrativas y políticas, en las que se considera especialmente el grado de conflictividad que el accionar o no por parte del Estado municipal  puede causar en la población destinataria de tal decisión.
Así, se considera que es prioritario en primer lugar abonar los haberes en tiempo y forma a los agentes públicos de planta, con prescindencia de personal político, esto es funcionariado y representantes electos, quienes lo harán en cuotas o una vez superada la crisis.
En segundo lugar se garantiza la mantención de los servicios básicos de recolección de residuos, provisión de agua potable, comedores sociales, salud y educación que, en general a nivel municipal, son reducidos en el país atendiendo a que se trata de competencias provinciales.
Se destinan partidas especiales para urgencias viales, sanitarias o edilicias y se planifican al máximo los gastos que se derivan de áreas culturales, publicitarias,  deportivas o de promoción turística, buscando apoyo en el sector privado para solventarlas.
En conclusión, se analizan cada una de las áreas y sus proyectos en marcha, definiéndose la conveniencia de su continuación y las consecuencias de su no implementación o paralización.
Es importante de destacar que en un contexto de crisis generalizada, el ciudadano espera de su gobierno las  mismas medidas de austeridad que aplican para sus quehaceres diarios y de esa imagen depende la relación de confianza que se genere entre administrados y administradores.
III.- Deudas:  El endeudamiento se consideró atendiendo al origen de la deuda y especialmente al carácter de ella. Se trabajó diferenciando la deuda con empresas, organismos financieros y estado nacional o provincial con la corriente, aquella de la cual dependen servicios elementales como potabilización del agua, mantenimiento de rodados, alimentos para comedores y ayuda social, elementos sanitarios.
De esa diferenciación surgieron acreedores con los cuales podía refinanciarse lo adeudado, incluso a largo plazo en un clima de inestabilidad e incertidumbre, y aquellos con los cuales debía establecerse un pago a corto plazo a fin de mantener abierto el crédito y a su vez acompañar su normal giro comercial. En este ámbito existían comerciantes pequeños, locales que poseen una relación estrecha con la administración y también aquellas empresas nacionales que brindan servicios exclusivos como por ejemplo las sustancias necesarias para la potabilización del agua, que son aquellas empresas con las cuales no se puede cortar la cadena de pagos por el significado que la no provisión de esos materiales implica para la sociedad.
IV.-El área más conflictiva de un gobierno local, aún en tiempos normales, es el de recursos humanos y es, sin lugar a dudas, el más conflictivo.
La crisis en estos casos, es una oportunidad para realizar cambios, adaptaciones y establecer controles que en otros tiempos no se realizarían por el costo político que ello implica.
Pero la oportunidad no puede ser una excusa para realizar solamente un “ajuste” de las cuentas públicas. Muy por el contrario debe ser el motor del cambio que se necesita para hacer más eficientes los recursos y realizar un reordenamiento interno que se proyecte hacia el futuro.
Mediante un trabajo pormenorizado se realizó un análisis de todo el personal, incluyendo de planta permanente, jornalizados (paso previo a la permanencia en nuestro sistema)  y contratados. Cada agente fue estudiado en particular, determinándose códigos de haberes, categorías, antigüedad, estudios, lugar de trabajo y todos los adicionales que por otros conceptos se le liquidaban mensualmente.
Con una visión integral y atendiendo no primordialmente al recorte del gasto sino al reordenamiento de la planta completa que además, contemple una disminución de gastos, se procedió a realizar reformas.
Es importante recalcar este punto, ya que usualmente, los ajustes son dejados por la administración en manos de profesionales en ciencias económicas y no en profesionales de la administración pública. La diferencia en el enfoque entre uno y otro se da principalmente en la metodología: el economista busca recorte de gastos sin análisis de conflictos mientras que el administrador tiene el mismo objetivo pero con la menor conflictividad posible, lo cual se evidencia en los resultados de los reordenamientos que se producen durante la crisis.
Reformas al escalafón municipal, jerarquización de áreas y disminución de responsabilidades en otras, un organigrama acorde con los tiempos y sus necesidades, evitando la duplicidad de funciones y competencias y con ello, del gasto y la eficiencia, fueron algunas de las tareas realizadas.
Estas son líneas de trabajo para subsistir y reordenar en tiempo de crisis que pueden adaptarse a cualquier nivel de organización política, siempre que existan objetivos claros y una organización interna que permita contar con información fehaciente y precisa.
Durante el proceso, a cada paso se exigen definiciones que combinan diferentes factores en los que sobresalen la necesidad de disminuir gastos y lograr más eficiencia con menos costo y la búsqueda de que en ese camino se produzcan los menores conflictos internos y externos posibles.
Equilibrar esos objetivos es una tarea que demanda  compromiso con el fin y con la utilización de medios acordes y proporcionales con ellos.
La crisis es una oportunidad. Para reordenar, para planificar.
Pero también lo es para convertirse en la excusa perfecta que algunos sectores necesitan para la concentración de decisiones, económicas y políticas, en detrimento de la institución que es el bien a proteger porque haciéndolo protegemos a quiénes la conforman.
Durante la crisis se gobierna, administrando.
Y se continua, aún con dificultades, planificando y proyectando.
La crisis del 2001 dejó varias enseñanzas en la administración pública: la necesidad de recaudar más y mejor, lograr mayor eficiencia a menos costo, entender que el ajuste sólo no sirve para atravesar los malos momentos ya que produce más conflictos que los deseados, buscar el endeudamiento sólo para gastos específicos y determinados durante la gestión de gobierno, lograr el equilibrio fiscal.
El proceso que se inicia en el año 2002 produjo otros cambios, sobre otras variables, pero en un periodo en el cual cada uno de los niveles de gobierno fue retomando sus competencias y actuando en consecuencia.
El renacimiento de los gobiernos locales se visualizó recién a partir del año 2004 cuando las deudas fueron ordenadas y reprogramadas, sobre todo en el caso de las pesificadas y contraídas con organismos internacionales de crédito durante la vigencia de la Ley de Convertibilidad. La fortaleza de esos años se comprobó en la crisis internacional de 2008 cuando los municipios se encontraban sin deuda y con organismos de recaudación y plantas de personal ordenadas.
Muchas de las medidas de esos años se mantienen aún hoy. Otras se han diluido en el marco de la orientación concentradora de fondos del gobierno nacional.





                 

Municipalistas iberoamericanos aprueban declaración sobre buen gobierno local






La Asamblea General de la Unión Iberoamericana de Municipalistas (UIM),  celebró en Almería su X Congreso, durante el cual ha aprobado la "Declaración de Almería sobre Buen Gobierno y Calidad de la Democracia Local", que incluye varias propuestas para mejorar la administración de los municipios.
La declaración ha sido suscrita por cerca de 500 directivos y gestores públicos de diecisiete países iberoamericanos.
El texto, en cuya elaboración se ha trabajado durante tres meses y que  ha sido aprobado en la Asamblea de la UIM celebrada en Roquetas de Mar (Almería), invita a los gobiernos locales a comprometerse con el "respeto a la democracia y los procesos de control, a la transparencia y la legitimidad de sus políticas".
Asimismo, propone que se asegure "el protagonismo popular en la creación e implementación de sus políticas públicas", con el objetivo de alcanzar "democracias plenas" y "construir municipios donde la solidaridad, la tolerancia, el bienestar y la prosperidad sean una constante", y en los que "los ciudadanos comiencen a sentirse realmente partícipes y representados".
La Declaración advierte de que el actual contexto socioeconómico representa un reto para los gobiernos locales, y estima que por ello es necesario un "fuerte impulso de renovación y cambio, tanto en lo que se refiere a la calidad democrática y formas de ejercer el gobierno, como a la calidad, eficiencia y creación de valor en el funcionamiento de los servicios públicos".
Además, subraya que "los ciudadanos son cada vez más exigentes con la Administración" y por ello "demandan mayor transparencia, más eficacia y mejor eficiencia en la aplicación de los recursos públicos", a lo que hay que responder con nuevos sistemas de información "más eficaces" y mecanismos que permitan a los ciudadanos "exigir verdaderas responsabilidades".
El texto señala que, en muchos casos, "la conexión de los ciudadanos con el gobierno local queda relegada, casi en exclusiva, a procesos electorales periódicos", y por ello apuesta por "ingeniar mecanismos institucionalizados, pero también informales, que fortalezcan los canales de conexión entre el sistema político local y la ciudadanía".
La Declaración ha sido suscrita por autoridades, directivos y gestores públicos procedentes de Argentina, Brasil, Bolivia, Colombia, Chile, Cuba, Ecuador, El Salvador, España, Guatemala, México, Nicaragua, Perú, Portugal, República Dominicana, Uruguay y Venezuela.