martes, 4 de mayo de 2021


 

LA PERSPECTIVA DE GÉNERO: MUCHO MÁS QUE  UNA PALABRA

Dra. María de los Ángeles Petit

 

En tiempos que  nombrar a la perspectiva de género  es considerado sinónimo de empatía con las mujeres  en todos los ámbitos,  cabe preguntarse si solo es una moda impuesta por quienes defienden, trabajan o deciden políticas  en estos temas o  en realidad es el comienzo de  un profundo cambio que la sociedad  en general necesita.

Las mujeres  - y en la actualidad las personas en general- históricamente han sido  determinadas por un sistema social instituido - consciente o inconscientemente –  que las alejó del  estudio  y por ende del protagonismo en áreas que tenían que ver con la ciencia, religión, derecho, justicia y como representantes de la sociedad, entre otras. Esos roles siempre fueron propiedad de los hombres, quienes se “apropiaron” de ellos por entender que la naturaleza así lo disponía.

El  sistema,  que ha prevalecido por siglos genera dos únicas opciones: masculino y femenino, la naturaleza  vs la cultura, el fuerte vs  la débil, lo público vs privado, hechos vs valores,  por ejemplo.

El hombre  es quien ejerce todas las cuestiones del espacio  mientras que del lado femenino se concentra la cultura, la debilidad y pasividad, lo privado, la subjetivididad, lo emocional,  la parcialidad.

Este par de características dicotómicas  históricamente sexualizada  en hombre y mujer  fue  y es,  puesto en un orden jerárquico que determina relación de poder entre el hombre y la mujer.

Este concepto, evidentemente se ha diluido. Las mujeres hoy son capaces de afrontar los retos personales y profesionales igual a los hombres, pero la sociedad, en su conjunto, continua atada a los antiguos patrones por el discurso   que  dice que “naturalmente” son  inferiores al hombre y es así, que las mujeres sufren todo tipo de violencias silenciadas e invisibilizadas.

 De las nuevas acepciones, conceptos y sobre todo hechos, sobreviene la necesidad de incorporar esto de lo que mucho se habla pero poco se hace como lo es el analizar las situaciones con la llamada “perspectiva de género”.

Pero ¿qué es analizar con perspectiva de género?   Un término que se ha hecho popular, pero que engloba mucho más que una frase, ya que de su aplicación depende en gran parte la contribución a frenar y disminuir la brecha entre hombres  y mujeres.

Analizar con perspectiva de género es utilizar métodos y mecanismo que nos permiten identificar, cuestionar y valorar la discriminación, desigualdad y exclusión de las mujeres que se pretende justificar socialmente por esos patrones culturales que  traemos incorporados.

Al  realizar este examen, considerando el contexto, la situación y los hechos , así como el lugar que ocupan el hombre y la  mujer  en esa relación cuestionada, surge en forma clara como los patrones culturales impuestos  en la sociedad, pueden , y de hecho lo hacen, provocar actos de violencia, que no son las  violencias clásicas conocidas como la física, sino que, en general, son aquellas que no se ven a simple vista pero que producen daños irreparables, no sólo en la mujer que la sufre sino en todo su entorno social y laboral.

Existe la mala visión de compartimentar la violencia, dividiéndola en partes de acuerdo al lugar y al modo en que se ejerce, cuando eso es materialmente imposible, ya que una persona es un todo, indivisible, de cuerpo y alma.

Hoy las desigualdades, que generan violencia,  se piensan combinadas con otras desigualdades. Analizar bajo el concepto de la  interseccionalidad, esto es ver las  diferencias y sufrimientos de una mujer como una combinación de desigualdades y no como la suma de marcas.

Quienes juzgan, quienes legislan, quienes ejecutan políticas públicas tienden a  hablar de violencia laboral, violencia económica, violencia sicológica, violencia mediática etc., .Pero en una  misma persona oprimida hay una combinación de opresiones en las que no hay prioridad de una sobre otra. Una mujer no sólo sufre violencia laboral, también sicológica, también patrimonial,  y así, conjugando y combinando todos los sentimientos que le produce la actitud de quien ejerce esa violencia sobre ella.

Por eso, perspectiva de género no es una frase para introducir a la ligera.

Para utilizarla correctamente y  que su aplicación genere cambios  profundos, no bastan la simple mención en un curso, una disertación, una ley o una sentencia, porque aplicarla supone realmente introducir mecanismos de análisis que muchas veces, contradicen nuestras propias convicciones y creencias de qué lugar ocupa una y otro en la sociedad.

Nombrarla en una ley, en una norma, no solo debe ser una frase dicha para quedar a tono con el vocabulario actual, sino que, además, debe ir acompañada por disposiciones que tiendan al análisis integral de una víctima y  no a su segmentación de acuerdo a estructuras rígidas que impiden los verdaderos avances en la lucha contra la discriminación y la desigualdad.

Perspectiva de género es mucho más que una frase, es una forma de pensar y de hacer, despegándonos de siglos de creencias que invisibilizaron y suprimieron el valor de la mujer, su trabajo, sus logros, para relegarlos a ser la acompañante necesaria, si, pero oculta  de la historia.