domingo, 28 de febrero de 2010

Mi viaje a La Habana- Part I



En estos días, el régimen cubano ha vuelto a estar otra vez en las tapas de los diarios por la muerte de un joven disidente que murió después de una huelga de hambre de 83 días.
Muchos me preguntaron al regreso de mi viaje a mediados del año pasado a La Habana cual fue mi impresión sobre la isla y creo que ahora, despúes de algunos meses, puedo contar con más claridad mi experiencia.
Viajé a La Habana invitada por la UIM, una asociación a la que pertenezco, para participar de un Congreso sobre Urbanismo. En nuestro grupo sólo eramos 10, de países tan distintos y distantes como Nicaragua, República Dominicana, Colombia, Perú y otros cercanos como Brasil y Uruguay. Algunos de nosotros, creo que todos, teníamos un pensamiento previo sobre Cuba y Fidel. Desde que nos conocimos en el aeropuerto, tratamos de mostrarnos objetivos pero poco a poco, nuestros preconceptos salieron a la luz. Así, hubo algunos que defendían el sistema aún cuando nuestra experiencia allí, las personas que conocimos en el Congreso, doctorados ellos o el mismo personal de donde nos alojabamos nos decían lo contrario. Otros, como yo, no cambiamos nuestra manera de pensar, sino que en mi caso, acentuamos nuestra postura.
Dejenme contarles que no fuímos a pasar 10 días a un hotel para turistas sino a una vieja casa reciclada del barrio del Vedado, cerca del Cementerio de Colón, donde nos alojó el gobierno cubano. Su director luchó por Fidel y todas sus charlas intentaban mostrar la fortaleza del régimen. La casa tiene dos pisos. La planta baja donde está un salón de clases y la cocina-comedor y la alta donde están 6 habitaciones con 3 camas cada una donde nos alojaron. El lujo más grande de esos días fue tener aire acondicionado para hacer frente al inmenso calor y humedad que no baja nunca. Uno se acuesta y se levanta con calor. Eso era mucho para unos extranjeros ya que los cubanos, los verdaderos, no poseen esa gracia.
Es interesante contar mi experiencia en la casa, porque allí uno respira las condiciones en que realmente vive la gente. Comer verdudas,frutas, pan frescos para nosotros es natural, pero no hay nada de eso. Arroz, frijoles, pollo frito y banana verde en el almuerzo y la cena, todos los días. Para nosotros, dificil, para ellos que nos miran comer,una suculenta comida que no todos los días pueden disfrutar. Nunca había ni vivido ni sentido el servilismo de una persona hacia otra. Pero el comer con tres personas mirándonos, parados en silencio, atentos a cada cosa que queríamos tomar,me cerraba el estómago pero como sentía que para ellos era muy importante que nosotros estuvieramos bien, bajaba la cabeza o buscaba un tema de conversación que me mostró lo aislados del mundo que están, a pesar de que trabajan en una casa para extranjeros.
El living, con su tele, era el mejor tema de conversación. Hablar de novelas, artistas argentinos (miran muchas películas viejas nuestras, ahora Hombres de Honor y Mujeres de Nadie son sus favoritas y nos piden les mandemos videos de Porcel por ejemplo)y deportes ( el beisbol para ellos es primordial) son nuestros temas favoritos.
Cuando llegamos y nos instalamos, compartí mi habitación con dos chicas, una colombiana y una dominicana, que realizó sus estudios en rusia y conocía muy bien la problemática del régimen. Ramona había llevado una valija llena de ropas, zapatos, toallitas higiénicas, dentríficos y otras cosas para regalarles a las chicas. Yo no entendía nada, pero mirar a una mujer de mi edad llorar por unos zapatos usados de taco, me destrozó.

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